Santiago de los Caballeros tiene vocación centenaria. En su territorio sobreviven varias iniciativas privadas y públicas que han visto varios siglos. De esto sabe el Ateneo Amantes de la Luz, que nació hace 15 décadas gracias a la idea de Manuel de Jesús Peña y Reinoso, nativo de un Licey al Medio que era menos que un sector rural y no soñaba con la vida municipal que hoy ostenta.
Para 1874, un maestro o maestra lo era todo. El sistema educativo dominicano tenía otras maneras de formar a los estudiantes que tenían la suerte de asistir a un aula de clase. Por eso era tan necesaria una biblioteca física, con los textos que brindaran luz sobre los temas necesarios para avanzar. Lejos estaba la magia del internet y ni pensar en la inteligencia artificial. Eran tiempos donde había que leer para pensar y luego escribir.
Son tantos y tantas los maestros y maestras (evitaré nombrar algunos para que no falten otros) que sobresalen en la historia de la ciudad, que sus nombres aparecen en calles, parques y, sobre todo, escuelas.
Para mi generación, el Ateneo (nombre corto con el que nombramos tanto la institución como el edificio) siempre estuvo allí, en la calle España, marcando con su tamaño el final de la avenida Las Carreras y acercando la 27 de Febrero un poco más. En su inmensa sala, encontramos respuestas a las preguntas de los maestros que mandaban a investigar más allá del texto obligatorio del aula.
Fue la adultez que viene con la cédula la que nos hizo descubrir que los Amantes de la Luz se reúnen también de noche para conversar sobre temas variados, presentar libros, exponer situaciones sociales de nuestra vida contemporánea. Y cada 4 junio celebran su aniversario reconociendo a maestros y maestras, tanto de la educación formal como en otras áreas como el arte, el periodismo o el bien social.
En estas ceremonias, descubrimos profesionales comprometidos con la educación de los dominicanos, aunque digamos que hoy aprenden menos que ayer. Para este 2024, el Premio Peña y Reinoso al Magisterio Nacional tendrá lugar en julio, justo después del 30 de junio, Día Nacional del Maestro. Como hija de maestra, no puedo imaginar mejor regalo para aquellos que con su enseñanza han dado luz a tantos y tantas estudiantes, a tantas vidas que el conocimiento ha salvado.