El doctor Robinson Abreu Blondet es un reconocido pediatra con más de seis décadas de ejercicio profesional, que a sus 87 años afirma que trabajar con niños es gratificante, porque lleva tranquilidad a los padres en momentos de incertidumbres.

Es el primer pediatra en ser elegido como Maestro de la Medicina Dominicana, y tiene entre sus múltiples méritos haber sido uno de los propulsores de la escuela de Medicina de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, donde decenas de médicos y enfermeras pasaron por sus aulas en sus años de docente.

¿Por qué decide inclinarse por la medicina? Estando en segundo de bachillerato, en las vacaciones, mi papá me llevó al hospital José María Cabral y Báez para que me pusieran de practicante, en ese entonces varios de los practicantes se tuvieron que ir a la capital a la universidad, habían pocos y nosotros éramos que hacíamos los servicios, entonces me inscribí en la Escuela Normal nocturna, y me nombraron practicante. Desde pequeño papá me decía qué iba a ser médico, era una fijación por ese sendero. Al terminar el bachiller, mi papá me llevó a la Universidad de Santo Domingo, era la única existente, aun no era autónoma.

¿Cómo inicia la práctica médica? Como mi familia había tenido problemas con el trujillato, al terminar mi carrera tenía dificultad para conseguir empleo en la pasantía, un amigo de mamá averiguó que el entonces hospital pediátrico Radhamés necesitaba practicante, y en vez de ponerme Robinson me pusieron Francisco, mi tercer nombre, y ahí llegué a Santiago al hospital que quedaba más abajo del consultorio del doctor José Tallaj, quién fue muy importante en mi vida, ya que el doctor había estado preso y agredido de una manera sanguinaria por la tiranía, y en consecuencia yo la acompañaba cuando salía a hacer visitas, y le cubría cuando lo detenían. Cuándo inauguran el hospital, en eso matan a Trujillo y en vez de ponerle Radhamés le pusieron Arturo Grullón, para entonces ya era un médico residente.

¿Dónde realiza su especialidad? Hice mi especialidad en el hospital de pediatría del Instituto Mexicano del Seguro Social del 1964 al 1967. Resulta que al gobierno de Juan Bosch le ofrecieron una beca en el Hospital 20 de Noviembre en México, la cual cedió a la Sociedad de Pediatría, gané un concurso donde participamos más de 50 médicos, y cuando voy al ministerio a buscar los documentos me dicen que le habían dado la beca a otro doctor. Meses después la Sociedad de Pediatría tenía un congreso y los invitados eran de México, entre esos invitados estaba el doctor Federico Gómez, el director del recién inaugurado hospital de pediatría, yo era vicepresidente de la sociedad a nivel nacional, cuando le hago la anécdota me dice el que estaba con el doctor qué bueno que pasó eso, porque usted va para un hospital con otro nivel, y me gestionó la residencia allá.

¿Cómo se inicia en el ejercicio médico privado? A mi regreso al país comencé la práctica privada en la Clínica de Gustavo Vincent, era una etapa en que yo tenía un crecimiento vertiginoso de clientela privada, allá fue el doctor Andrés Peralta a invitarme a que me integrara a la Clínica Corominas cuando se planificaba la construcción del gran edificio, yo dije que entraba si los otros pediatras estaban de acuerdo, hablé con dos de ellos y me dijeron que no tenían inconvenientes, pero el Consejo de Administración reúne a los tres y el vocero dijo que si yo entraba ellos se iban, entonces el Consejo de Administración le dijo que estaba bien, que se fueran, y me quedé solo, pero salí a buscar colegas para que se integraran, como Baudilio Pérez Bonilla y otros más.

¿Recuerda alguna anécdota que lo haya marcado? Una anécdota en la práctica médica que recuerdo, es de un 24 de septiembre Día de las Mercedes, me llamó por teléfono el administrador de la clínica, me dice aquí hay un niño que le dieron de alta en una clínica el día de ayer porque no tenía salvación, le dije llévamelo al hospital de niños y ese niño que fue desahuciado, para mi alegría me lo encontré como adulto y estudió medicina, y eso no pasó una sola vez, sino varias veces. Usaba con esos niños medicina alternativa básica como agua de cal, no medicamentos caros.

¿Cómo se inicia en la docencia universitaria? Me invitaron a dar clase en la Pucmm, cuando en la universidad lo que existía era la Escuela de Enfermería. Daba clases de anatomía, fisiología, biología y lo hice de una manera gratuita, aún no había escuela de medicina; yo estaba emparentado con monseñor Hugo Eduardo Polanco Brito porque su hermano estaba casado con mi hermana, hablamos de crear la escuela y en el Club 20-30 celebramos un tele maratón para recaudar fondos para formar la escuela, ahí se sembró la primera semilla. Nos reunimos con todos los médicos de Santiago para que cada uno donara 1000 pesos para la escuela, y ahí comenzó la idea.

¿Qué tanto ha cambiado la práctica médica desde sus inicios a la actualidad? Ha cambiado notablemente, ha tenido una evolución positiva, muy trascendental, progresiva y beneficiosa, sobre todo aquí en el país y aquí en Santiago. Lamentablemente el crecimiento de la medicina privada va demasiado acelerado con relación a la medicina del estado, aunque ahora se está mejorando notablemente en este gobierno. Durante muchos años la medicina estuvo descuidada por el estado, se tenía un estado con una formación dónde lo político y la idea de perpetuarse en el poder era lo fundamental, y la inversión en medicina no queda, no se puede promover porque se sanan o mueren, pero no se puede exhibir ni dar tanta oportunidad a la corrupción.