El resultado es el efecto o cosa que resulta de cierta acción, operación, proceso o suceso. Este concepto es aplicable en distintos contextos. El resultado, visto de otro modo, es el fruto o conclusión de un acto u operación. Por ejemplo, podemos hablar de los resultados de las políticas públicas del gobierno; también de los resultados obtenidos en pruebas y exámenes, en el caso de los estudiantes; o, en el ámbito que nos ocupa este escrito, el resultado de las acciones a tomar para disminuir la delincuencia.
Hace una semana, diferentes organizaciones sostuvieron un encuentro con las autoridades policiales y judiciales con el propósito de hacer frente a la ola de delincuencia que nos arropa en este instante, no solo en el Distrito Municipal San Francisco de Jacagua, sino, en todo el país.
El encuentro se realizó el pasado sábado 4 de junio, y entre el domingo 5 y el martes 7 de junio, sucedieron alrededor de 10 atracos y robos en nuestras comunidades. Las redes sociales y los diferentes medios de comunicación digital hicieron eco de estas noticias, y no pocos, cuestionaron la labor de la Policía Nacional y los organismos llamados a combatir este flagelo.
Es aquí, en base a estos cuestionamientos, que nos enfocamos para analizar la situación.
Primero: La disminución de la delincuencia no se logra por arte de magia, ni de la noche a la mañana, imposible. Todo debe tomar tiempo para planificar acciones conjuntas y luego, poner en prácticas esas acciones, por consecuencia, no podemos pretender que en 48 o 72 horas se solucionen los problemas de delincuencia en ninguna parte. Es un tema muy complicado y debemos mirar varias aristas.
Segundo: Partiendo de una premisa del archiconocido Albert Einstein, establecía el afamado físico, que la definición de locura era “hacer siempre lo mismo y esperar resultados distintos”, en otras palabras, si hacemos siempre lo mismo, obtendremos los mismos resultados. De ahí podemos deducir que el accionar de las autoridades debe cambiar y evolucionar para poder enfrentar la delincuencia.
Tercero: Y quizás el más importante de los puntos que aquí tratamos, la educación. No podemos pretender eliminar la delincuencia cuando en nuestras casas no existe educacion en valores para nuestros hijos, cuando un muchacho de 14 o 15 años “decide” que ya no va a estudiar, que abandona la escuela. O que un joven entiende que no es necesario estudiar para prepararse, puesto que, por el ejemplo de quienes lo rodean, es más importante conseguir dinero, de forma rápida y fácil, y eso, con un celular se logra. No podemos esperar que disminuya la delincuencia cuando el hermano mayor le enseña al menor a ganarse la vida fácil, cuando la mamá o el papá acepta que su hijo lleve una vida de gustos y placeres, pero no trabaja y tampoco ha cobrado una herencia.
Cuarto: No seamos cómplices de las malas acciones, cuando por su casa, su vecino junto con otros amigos monta una fiesta clandestina, con música a todo lo alto, con alcohol, tabaco, marihuana, hookak, sin ninguna consideración al enfermo, al anciano, ni a nadie, aunque sea su vecino, su sobrino, denúncielo, llame a la policía. Cuando usted ve que el hijo amenaza o golpea a sus padres y abuelos, a sus hermanos y no respeta a nadie, no crea que no le importa, al final, usted es tan afectado como los demás; tarde o temprano usted será víctima de ese individuo, no se haga cómplice, denúncielo. Acérquese a la Junta de Vecinos y juntos procedan a combatir esos males. Obviamente, estamos pariendo del hecho de que ya usted habló con esa persona o personas y le indicó que está llevando intranquilidad.
Conclusión: Al concluir, me permito traer a colación la frase del matemático y filósofo griego Pitágoras. “Educad a los niños y no tendréis que castigar a los hombres”. Y justamente traigo esa frase, por lo actual y antigua. Pitágoras vivió entre 569 y el 475 a.C. y en esa remota época, tenía claro, como se debía criar un hijo. Eso no ha cambiado.
Me permito ahora, transcribir una perícopa del evangelio según san Lucas (6,39-42): “En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro”.
Apliquemos esa parábola de Jesús a nuestra realidad y como están criando los padres y madres sus hijos hoy en día, y muy probablemente, encontremos la raíz de los males que vivimos hoy, y teniendo identificado el problema, será más fácil poder corregirlo.
Papá, Mamá, ¿sabes lo que están haciendo tus hijos?

El autor es Ingeniero, Locutor y Experto en Seguridad y Salud en el Trabajo.