Enero, ese mes eterno, desemboca en febrero y su carnaval. No importa la ruta que los organizadores elijan, el pueblo santiaguero se reúne, se aglomera al pie del Monumento para disfrutar y participar de la fiesta; para ver o dejarse ver, disfrazado o de civil.

Durante cuatro domingos, vendrán lechones, robalagallinas, indios, Nicolás Den Den y otros personajes y comparsas a mostrar la creatividad de los artesanos, la particular danza de los lechones y el ingenio de quienes producen estampas sociales de situaciones históricas o actuales (nadie nos salva de la comparsa Shakira–Piqué).

Recordaremos a Vitico Erarte y las fantasías que derrochaba en trajes memorables y, de paso, pensaremos de nuevo en Raudy, en Mochila y otros tantos cuyo carnaval es eterno ahora.

Perderemos la vista en los colores de los trajes, la variopinta perfección de las caretas, reconoceremos la cadencia de los cascabeles, huiremos de fuetes y vejigas: solo para guardar en fotos y videos como repica en el pavimento con la fuerza y determinación que la tradición enseña.

Para este Carnaval de Santiago 2023, espero que la lluvia no dañe la fiesta, que se comuniquen a tiempo los desvíos del tránsito vehicular en el centro histórico de esta urbe monumental y que quienes no aprecian o disfrutan esta fiesta tengan paciencia: febrero solo dura 28 días y es una vez al año.

Que nunca falten cascabeles, fuetes y vejigas: que nos sobre siempre esa capacidad de reír nuestras penas y llorar nuestras alegrías.