Siempre es una buena idea romper la rutina doméstica de oficios caseros para el sábado. Levantarse temprano, no tanto. Pero Monción siempre valdrá un madrugón, sobre todo si nos prometen casabe, café y diversión, como afirmaba la convocatoria del Centro León.
La ruta del casabe consiste en varias paradas que descifran, para los simples mortales con trabajos de ciudad, el arte milenario de quemar casabe (así se dicen los moncioneros), que incluye la sabiduría de escoger el tipo de yuca, volverla harina o catibía y desplegar en burén tradicional o industrial para que se queme redondo y sea casabe: la torta que no sucumbió a la colonización “porque la yuca no se dejó domar”, como diría la boricua Dinorah Cortes Vélez bajo el frío de Milwaukee.
Dos horas después de haber abandonado Santiago estamos en el otro, el Rodríguez, específicamente en la zona serrana que es Monción. La mañana se nos va conociendo el lado industrial del producto que nos heredaron los taínos, en este caso bajo las reglas de Casabi, un emprendimiento de capital extranjero, pero mano de obra isleña.
Cuando se madruga, el día rinde. Da para pasar por el parque Duarte y, bajo su glorieta escuchar la historia de Guaraguanó, el taíno que dio nombre a la comarca antes de que Lilís decidiera honrar a Benito Monción, o la leyenda de don Ñico Lora y sus merengues, especialmente el dedicado a San Antonio, cuyo templo ubicado al este del parque recibe las plegarias de quienes precisan ayuda con el amor.
No importa que sea mediodía, las nubes finales de abril ayudan a refrescar la visita a la presa de Monción, la más profunda del Caribe, una obra de ingeniería premiada e instagrameable.
Antes de cumplir la sesión vespertina con doña Mechi y sus técnicas artesanales casaberas, el grupo de santiagueros almuerza en De Amigos un menú criollo que se corona con el café paladeado en mecedora azul, hecha en el pueblo cuyo pasado maderero se valida con el nombre de Villa de los Pinares.
Hartos y felices de todo el casabe que se pueda probar en un día (natural o saborizado con ajo, coco, maní, entre otros), pero surtidos con más casabe para saborear después, el camino de regreso sirve para rumiar a quién le quedó mejor el casabe mientras practicó en la fábrica o el burén de barro, planes para volver a las festivas patronales de San Antonio en junio y si las hermanas carmelitas de clausura tendrán abierta la tiendita de quesos, yogures y dulces que producen a discreción.