Los hijos de Justin Bieber y Selena Gómez (generacionalmente, no por biología) nunca sabrán la alegría que daba cada cuatro años un 16 de mayo. Porque caía cualquier día de la semana y la rompía en dos o creaba un puente o un fin de semana largo. Igual nos llegó a decepcionar cayendo domingo y dejando todo en su lugar.  

Porque tuvieras edad para votar o no, el mundo se detenía si los dominicanos teníamos la ocasión de elegir (más que de ser elegidos) los destinos del país en los niveles acostumbrados, todos juntos, pero no revueltos: presidente y vicepresidente, diputados y senadores, alcaldes y directores municipales. 

Pero la alegría venía en un combo con el miedo y la preocupación. Las filas de los supermercados cual temporada ciclónica cualquiera o aviso de vaguada, precursoras de la pandemia. Trancarse en las cuatro o doce paredes del hogar porque “no se busca nada en la calle a esta hora”, cuando los colegios electorales cerraban o no. 

Sintonizar casi en cadena todas las transmisiones de los boletines que computaban 50 mil votos en el Distrito Nacional y todavía cero para Pedernales o Dajabón a las 9 de la noche. Rezar para que no se fuera la luz y poder amanecer sumando boletines y vigilando cualquier amenaza de fraude. 

La emoción de la mención a Santiago y saber que miles de almas habían marcado las boletas correspondientes con la fe de que estaban decidiendo su futuro, nuestro presente. 

Las elecciones de este domingo 19 de mayo solo abarcan el ámbito ejecutivo y congresual. Habrá que tomar la cédula con cuidado y acercarse al centro de votación correspondiente y elegir con conciencia, con fe y responsabilidad nuestro presente, las bases del futuro para la generación de los nietos de Hailey.