«En nombre de la augustísima y santísima trinidad, juro solemnemente luchar sin descanso por la libertad de mi pueblo del yugo haitiano. Si este juramento traiciono, que Dios y la Patria me lo cobren; de lo contrario, Dios, la Patria y el pueblo me lo celebren». Este era el juramento que, con la mano sobre una biblia y en un acto de solemnidad patriótica total, realizaron los primeros nueve miembros que formaron la desde ese momento bautizada como «Sociedad Secreta la Trinitaria», bajo el lema Dios, Patria y Libertad, el dieciséis de julio de mil ochocientos treinta y ocho (hace ya ciento ochenta y seis años, cumplidos precisamente este pasado dieciséis, sin ningún acto recordatorio en la Escuela, ni en ninguna entidad pública ni privada).
El principal ideólogo y gestor fue Juan Pablo Duarte y Díez, Padre de la Patria, con el objetivo de contribuir, a través de la presentación de obras de teatro en diferentes lugares de la ciudad y de manera clandestina, captar la atención y crear conciencia en la población, diezmada por la dictadura impuesta por los haitianos, sobre la necesidad de lograr la Independencia, que hasta ese momento era solo una idea. Así, se captaban y reclutaban nuevos miembros, jóvenes como ellos, para lograr, con las armas, el objetivo de la libertad.
Juan Pablo Duarte, Juan Isidro Pérez, José María Serra, Pedro Alejandro Pina, Benito González, Félix María Ruiz, Jacinto de la Concha, Juan Nepomuceno Ravelo y Felipe Alfau fueron los primeros nueve jóvenes que, con edades que oscilaban entre los diecinueve y veinticinco años, tomaron la férrea decisión de convertir el lado oriental de la Isla, hasta ese momento dominada a la fuerza y desde el año mil ochocientos veintidós por los haitianos, que invadieron y esclavizaron, durante veintidós años, a «sus hermanos» con los que compartían la Isla. Y que se llamaría, según el juramento trinitario y a partir de su Independencia, «República Dominicana».
Esta fecha patria es otra que, como otras de trascendencia histórica, está siendo llevada al zafacón del olvido, pues su promoción, como recordación y de agradecimiento a esos gestores, fue muy mínima, por decir totalmente olvidada, por las autoridades correspondientes, como el Ministerio de Educación, Cultura, Efemérides Patria, entre otras entidades e instituciones, que se supone deben mantener viva y vigente la Memoria Histórica Dominicana para mantener así vivo en la juventud generacional el sentimiento de amor patriótico, con la difusión de estos hechos, que a su vez conservan y valoran nuestra identidad.
No olvidemos, con los intencionales planes de «fusión», de dónde venimos, lo que somos y hacia dónde vamos. No permitamos que se lastime, se hiera y hasta se asesine, como tantos asesinatos se realizaron durante esos veintidós años de oscurantismo, nuestra identidad nacional. No olvidemos los hechos y sus protagonistas que, como los Trinitarios, contribuyen a elevar ese orgullo que hoy enarbolamos, el de ser dominicanos y que el pasado dieciséis de este mes de julio pasó inadvertido y como un día más de la semana. ¡Que viva por siempre la REPÚBLICA DOMINICANA! ¡HE DICHO!