Con mucha parafernalia y espectacularidad celebraron el veintinueve aniversario del Gran Teatro del Cibao, inaugurado el 16 de agosto de 1995 por orden del entonces presidente Joaquín Balaguer y diseñado por el arquitecto Teófilo Carbonell, el mismo que también construyó el Teatro Nacional. (No entiendo por qué la celebración se realizó el 12 de septiembre).
A propósito de esta celebración, me pregunto, como comunicador y difusor cultural, preocupado y ocupado siempre por la educación en las bellas artes: ¿está en agenda el rescate, la restauración y la puesta en uso de varios espacios de este lugar que hace tiempo están en deterioro y desuso? A saber: ¿las salas de exposiciones y presentaciones Divina Gómez y Eduardo Brito? Ya que solo la principal y la Julio Alberto Hernández funcionan mínimamente. ¿Y en el exterior, en los jardines, qué ha pasado con la plaza de los poetas, en desuso desde hace tiempo?
¿Dónde fueron a parar las obras esculpidas en piedra por el escultor Don Marcelo Bermúdez, más de treinta que él donó al teatro como un aporte o legado de su arte? ¿Dónde están? Para celebrar la vida útil de un aforo cultural de tanta importancia para Santiago y la región, y en su condición de Patrimonio Cultural del país, el Gran Teatro del Cibao debería estar abierto en su totalidad, no solo la sala de la Restauración, que es la principal. No, el teatro es un conjunto de espacios que pertenecen al pueblo y, como tal, debe estar abierto para todos. ¡Pero en su totalidad! ¡HE DICHO!