«Una noche absoluta acaba de empezar». La frase de Pavel Núñez para abrir su concierto «Pavel Sinfónico» en el Gran Teatro del Cibao puede aplicarse también a otras veladas de la misma semana. Por citar una, la presentación del libro «De profesión museógrafo: Pedro José Vega (Pilito). Vida, museografía y narrativa», en el Auditorio Hermanos León Asensio del Centro León.
Y tenía razón. El cantautor nos llevó de la mano durante dos horas de melodías, arreglos maravillosos e invitados que aportaron tanta luz y equilibrio. Artistas a los que podemos aplicar la frase del sociólogo Carlos Andújar para referirse a Pedro José la noche del martes: «Pilito era un buen tercio». En la Sala Restauración, así lo fueron Jochy Sánchez al piano en «Me desarmo»; Nelito y Patricio Bonilla en «Tu paz es mi alimento» y «Betania»; Rose Matteo en «Aún sigue aquí»; Carlos Luis con su guitarra en «Pudo ser» y «Tengo»; Cruzmonty en «Hoy me doy cuenta»; Frank en «Paso a Paso»; y Frandy Sax en «Se me perdió tu nombre».
Pavel inició con «Dime si lo ves». Y lo vimos todos: el poder de 70 músicos dirigidos por el maestro Luichy Guzmán; el espíritu de Vitico (Víctor Víctor) en su tema homónimo.
Espacio aparte para la magia contundente de Maridalia Hernández en el tema «Agonizando», quizás el punto más alto de una noche que, de no ser por las prohibiciones etílicas de la gran sala, hubiera sido más dulce con un «Pilito» en mano (aquel trago que Vega inventó para sí y sus amigos en la cafetería del Centro León).
Dos cosas reitero convencida estos días: todo suena mejor con violines. Y qué paz siente una cuando confirma que el sonido de un espectáculo musical corre bajo la responsabilidad de Martin Wolters.
Y hablando de dos, fueron noches de muchos versos. Las composiciones de Pavel, los cuentos y poemas de Pedro. Música y papel para guardar en la mesita de noche donde Víctor Víctor dijo que se debe guardar el amor.
Pavel no dejó deuda alguna. Cerró el último tramo del concierto con «Canción de cuna para mi abuela», «Viene gente» y «Te di». «Después de esa canción no crece la hierba», confesó Núñez ante una sala complacida, pero que esperaba ese plus que llegó con él guitarra en mano: «Santiago de frente».
Era viernes aún y el Monumento quedaba de espaldas al regresar a casa, mientras las armonías no dejaban espacio para el ruido, solo para la poesía.