Viernes 8 de noviembre de 2024. El autobús llegó con precisión a Santo Domingo, ignorando su oferta de tapones. Hice acto de presencia en el Paraboloide, nombre con el que los mayores de 22 conocemos el edificio de las oficinas de la Feria del Libro. Allí firmé mi compromiso de participar en el programa Multiplicando Letras del 8 al 12 de noviembre, y confirmé que asistiría religiosamente a las actividades sugeridas para mi formación como escritora o gestora cultural. Tras el registro en el hotel a una esquina de la Plaza de la Cultura, soltar equipaje y notificar a los amigos de la urbe primada el consabido “tamo aquí”, elegí asistir al Pabellón de Autores y Talleres Literarios, donde el italiano Danilo Manera hablaba de la transmedialidad en la poesía antillana contemporánea. El estudioso de la literatura caribeña repasaba con ejemplos de obras a Pastor de Moya, Homero Pumarol, Angela Hernández, José Mármol, Rosa Silverio, Edgar Paiewonsky Conde, Rei Berroa, Manuel Llibre Otero, Leia Luna, Simón Carlos Martin Vásquez, Irasema Cruz Bolaños, entre otros.   

Hui al hotel para adecentarme porque a las 8 de la noche compartía cartel poético con la mexicana Natalia Toledo, la española Yolanda Castaño y el dominicano Frank Báez en la Sala Aida Bonnelly. Allí presentamos poemas, cada uno muy en su estilo, incluyendo el gallego de Yolanda y el zapoteco de Natalia, que contrastaba con el español caribeño que Frank y yo ofrecimos esa noche de lluvia que se descarriló en la Ciudad Colonial, culpa del concierto de Bretton en Casa de Teatro. 

Sábado 9 de noviembre de 2024. Tras abandonar la idea de robarme la taza de café en el Marriott, firmada por Robert Gordon Pottery Collection, arrastré mi humanidad trasnochada a la charla «Escribiendo en corto», que Francisco Montás ofreció sobre su proceso de adaptación de La mancha indeleble de Juan Bosch. Eran las 11 de la mañana cuando abrí las puertas de la Cinemateca, junto a otros del programa que también eligieron la curva del cine y la literatura. En la tarde, me alojé en el Pabellón de Autores y Talleres Literarios para dos tandas corridas de poesía y narrativa, la primera gracias a la Lectura del Taller Jueves Literario de Sosúa, con la presencia de Ramón Gil, Oscar Sazo y Moisés Muñiz, extrañando a Omar Messón que cumplía un compromiso ferial en Santiago; la segunda, con el Taller Virgilio Díaz Grullón de la UASD Recinto Santiago: Enegildo Peña, José Bautista, Ryan Santos, Arelis Albino y Juana García.  

Luego de una pausa cervecera con la delegación de Santiago (los nombres serán omitidos por razones ilegales), pasé a escuchar sobre el Caribe como espacio de encuentros y desencuentros en el Pabellón de Narrativa, alojado en la Sala Ravelo del Teatro Nacional. Lo planteaba muy claramente Eduardo Lalo, con la moderación de la Saritísima Hermann Morera, mientras hacía un recorrido histórico, desde Colón hasta nuestros días. 

La noche se hizo con vistas hacia el templo de los mormones y la última copa en Sabina, a la hora que Anthony Santos empieza a tocar. 

Domingo 10 noviembre de 2024. Puntual, a las 10 de la mañana se le tomaba el pulso a la poesía dominicana desde la experiencia crítica que lleva el colega Racso Morejón desde las páginas de La Información y Acento, en Bar Juan Lockward del Teatro Nacional. Justo ahí Ramón Saba daba la alerta sobre la presentación a las 11 de la antología «Desde el diamante. Cuentos sobre béisbol», compilada por Tomás Castro Burdiez. En una discreta esquina del Pabellón Mateo Morrison en el Museo de Historia y Geografía. Allí firmé la primera pelota de béisbol de mi vida, gracias a mi cuento «Turno al bate» que aparece en la publicación. Volví a estampar mi firma para consignar la asistencia del día en el programa, engullir nueva vez pica pollo y escuchar nuevas voces poéticas gracias al coloquio titulado «El rol de la poesía en el mundo de hoy» que moderó Isis Aquino en la Sala Aida Bonnelly. 

La tarde se hizo para fracasar comprando libros en el Pabellón de Editoriales, antes de volver al hotel y rehacer la frescura cibaeña rumbo al compromiso de la noche. Daba tiempo a escuchar las letras en carne viva que testimoniaron Paulina Flores, Dolores Reyes, Vera Grabe Loewenherz y Arlene Sabaris en la Sala de Letras, alojada en el Auditorio Juan Bosch, Biblioteca Nacional. Y constatar, especialmente con el relato de Sabaris, el poder transformador de la literatura. Esperé a las 7 de la noche con los nervios de punta y la expectativa en alta para moderar el recital poético de Ondjaki, Natalia Toledo, Bernardo Atxaga y Soledad Álvarez en el mismo auditorio. Tras los aplausos de que la poesía se hizo (yo solo prometí los poemas de ellos), perdí la cuenta de acordes con Janio Lora en el Bar Juan Lockward. Porque la feria, sobre todo, se trata de encontrarse con los amigos sin planificar y al descuido, como debe suceder. 

Lunes 11 de noviembre de 2024. Madrugué como mandan los lunes. Teníamos el encuentro cerrado con participantes del programa Multiplicando Letras, para escucharnos y vernos más allá de las camisetas amarillas y el «¿A qué actividad vas ahora?». Compartimos la situación de la lectura en nuestras comunidades y estrategias de buenas prácticas para promoverla, especialmente en mi grupo, con Raquel Salas (Punta Cana), Abril Troncoso (Miches), Deisi Marte (Monte Plata) y Randy Custodio (Azua).  

Diligencias laborales aparte y la compra madrinesca en el Pabellón del Comic, pasé por el conversatorio con jóvenes escritores premiados o publicados en el Auditorio del Museo de Arte Moderno y el conversatorio «Intertextualidad, fusión de géneros y recursos híbridos», una delicia con Eduardo Lalo y Afonso Cruz, que me dejó ideas para publicar cosas que aún navegan en mi memoria. Y a seguidas, la presentación de la antología «Los muchachos del parque Duarte», compilada por mi editor Luis Reynaldo Pérez. Era la última noche, y luego de un mini secuestro con chicharrón incluido, caímos los sumadores de letras en la Zona, conjurando bachatas a la sombra de Colón. 

Martes 12 de noviembre de 2024. Las despedidas iniciaron en el lobby del hotel y continuaron en las calles de la feria. Tras el panel «Estrategias de difusión, clave para el acceso a la cultura, las artes y el patrimonio» en la sala Aída Cartagena Portalatín, Biblioteca Nacional, inicié el camino de Santiago, no de Compostela. Y volví a mi Monumento y el tapón de la autopista, con muchos libros, poesía y la promesa de brindar siempre por Saúl.