Habíamos recibido la convocatoria con la antelación necesaria para este tipo de eventos. La intensa labor de confirmación de asistencia auguraba precisión en otros aspectos de la actividad. No estoy usando el plural mayestático: sino indicando que fuimos muchos, pero no todos, los invitados a celebrar los 50 años de la Corporación Zona Franca Santiago.
No podía ser en otro lugar que la Sala Restauración del Gran Teatro del Cibao, la más exquisita sede local para eventos de tal magnitud.
La presencia confirmada del presidente Luis Abinader y primera dama Raquel Arbaje, la vicepresidente Raquel Peña y miembros del gabinete ejecutivo hacía de la cita un espacio para ver y dejarse ver.

Excepto las palabras del primer mandatario, todas las partes del programa se cumplieron con exactitud. Desde la certera y aguda presentación del libro «Santiago: Meca Empresarial y Epicentro de Inversión» por doña María Amalia León, hasta el discurso de don Miguel Lama, presidente de la Corporación, quien nos invitó a iniciar los próximos 50 años de la entidad cuyo alcance económico y social trasciende a la región.
León precisaba sobre la publicación que Santiago suele transitar la tradición para alcanzar la innovación, una premisa que transparenta la historia de la Ciudad Corazón.

Pero volvamos a la apertura, con el espectáculo «Cibao Sonoro», una antología musical y artística que recogió ritmos y voces con arraigo en la región y la alegría popular. Bajo la dirección musical de Rafelito Mirabal, se lucieron las voces de Rose Mateo, Fefita La Grande, Frankos, Luis Segura, Carolyn González, Joaquín Sánchez y Krisspy. Coreografías de grupos de baile, entre ellos el Son de Keka, complementaron la producción de Pinky Pintor.
El escenario no serviría solo el arte y la foto oficial de Abinader, Peña, Lama y Arbaje junto a José Augusto Vega, destacado santiaguero que acompañó en 1974 a Víctor Espaillat Mera en la fundación del parque industrial. Tras el cierre oficial del acto conducido certeramente por Grisbel Medina, los bastidores se abrieron para alojar la camaradería y celebración propias de cinco décadas. Nadie quiso irse temprano, ni la comitiva presidencial.
La noche santiaguera de febrero transcurrió como son las cosas en este lado del país llamado el Norte: al ritmo acompasado que marca la tradición llevada por la innovación.