2025 será el año de muchas primeras veces, en positivo. En febrero luché contra la pereza usual de los domingos y al mediodía puse rumbo hacia Parque del Este, al otro lado de Santo Domingo. El motivo era la segunda jornada del repechaje de la Copa Davis. El equipo dominicano se jugaba contra Bolivia un puesto en el Grupo Mundial I del torneo más reputado de la ITF. (Al momento de esta edición, el equipo dominicano se enfrentará a Ucrania en septiembre en el Grupo II).
Había pasado mi adolescencia viendo partidos de Gran Slam de tenis por televisión, en los tiempos de Pete Sampras, André Agassi, Marat Safin, Guga Kuerten, Martina Hingis, Mónica Seles y otros nombres que borré para solo pensar en las hermanas Serena y Venus Williams, y el big 3 masculino de Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic.
Años de experiencia por TV no te preparan para la belleza de la cancha de tenis en vivo: el cabeceo de izquierda a derecha siguiendo la bola, la rabia cuando pica fuera de línea, la sutileza de un drop shot, la precisión del passing, el silencio súbito antes de servir y que permanece en cada punto del juego.

Apuntaremos que el público era escaso, a pesar de la gratuidad de las entradas, porque en tierra de pelota, baloncesto y ahora fútbol, las raquetas atraen a unos cuantos y otras cuantas.
Perdimos el juego de dobles que finalizaba cuando entré al complejo, a pesar del buen desempeño del santiaguero Alejandro Gandini, según supe más tarde. Más adelante me tocaría presenciar el juego de individuales que enfrentaría a nuestro Roberto Cid Suberví al boliviano Federico Zeballos.
El juego tuvo todo lo que tenía que pasar en un partido de tenis: reclamo al juez de silla, cantada fuera que era adentro, tiempo médico, errores no forzados, aces, tie break y pausa por lluvia.
Cuando Cid dominaba 7/6, 5/3, sirviendo Zeballos 40 iguales, el cielo dijo agua. Breve, pero fuerte sirvió para detener la acción y por una hora y media, que incluía la rudimentaria estrategia de secado de la pista.
El sol se moría casi a las 7 de la noche cuando los jugadores volvieron a la cancha. Fede logró cerrar su juego de servicio y dejó que Robert hiciera lo propio para partido ganando 7/6, 6/4, demostrando lo que sus compañeros de equipo se pasaron la tarde gritando: ¡Ese, ese eres tú!