No recuerdo el día exacto que pisé por primera vez Casa de Arte. Sí recuerdo las primeras veces, cuando había que mirar a ambos lados para cruzar la acera de enfrente. El mago Almánzar estaba ahí ya, conspirando a favor de las artes en la ciudad, y otros duendes cuyos nombres no enumeraré para no pecar de exclusión.
En Casa de Arte, posiblemente leí poemas ante públicos diversos, conocí maestros de las artes visuales y musicales, algunos cuando apenas iniciaban, muchos otros con largo y denso recorrido ya. Han sido tantas las noches que la residencia de colores de la Benito Monción ha servido de refugio en tiempos difíciles y de ausencias.
Cuántas jornadas de Arte Vivo hemos vivido en cuerpo y alma, tanto detrás de las puertas como frente a ellas. Es tanta la música, las letras, la tinta y los materiales amasados allí que no podría inventariarlas todas.
Gracias a Dios, la casa siempre está abierta a todos nosotros, para cualquier invento, noche bohemia, encuentro de letras o simplemente soñar despiertos a la sombra de madera antigua.
Parafraseando la cita aquella sobre mi ciudad soñada, “Siempre nos quedará la Casa”. Que Casa de Arte cumpla todos los años que necesitemos, vamos a celebrarla como merecemos.