El cuatro de julio recién pasado, muchos dominicanos, especialmente los de la diáspora y los residentes en Estados Unidos, celebraron la trascendencia de esa fecha, (Independencia Norteamericana), con la misma efervescencia con la que lo hicieron los estadounidenses. Sin embargo, una gran parte de nuestro país olvidó, no sabe o no le han informado, que el cuatro de julio tiene, para la patria, un significado histórico por dos hechos trascendentales ocurridos en ese día pero en años diferentes.
El cuatro de julio de mil ochocientos sesenta y uno, murió fusilado por órdenes de Pedro Santana, presidente de facto de la República en ese momento, el prócer, libertador y patriota Francisco del Rosario Sánchez, uno de los tres padres de la patria.
Además, el cuatro de julio de mil novecientos ochenta y dos, murió por suicidio, supuestamente, el entonces presidente del país, Don Antonio Guzmán Fernández, en pleno Palacio Nacional. Este hecho, al igual que el primero, marcó negativamente nuestra historia y por sus circunstancias, motivos y consecuencias posteriores, deben ser motivos de reflexiones, de diálogos, de opiniones que lleven a entender las razones del sacrificio, de inmolación, sí, inmolación, pues ambos sabían su destino final y aun así no lo evitaron.
Para que las generaciones actuales y futuras no pierdan, por falta de motivación educativa, la memoria histórica, es un deber, entre otros, de los padres, de los maestros, de la escuela Dominicana, preservar estos hechos. La historia de un país es el sustento de su identidad como nación. Además, con el conocimiento de la historia se valora, se juzga y se conocen sus protagonistas y sus hechos a favor o en contra de la patria amada, en este caso, la República Dominicana… ¡HE DICHO!