Todo comenzaba con el sobre timbrado portando dos boletas para la fiesta anual a beneficio de las obras que realiza el Patronato Cibao de Rehabilitación. Días antes, una llamada de Johanny te comprometía a dar los pasitos de merengue y contarlo luego en 150 palabras para mi labor periodística de turno.
Las fiestas del Patronato eran veladas muy esperadas porque, al contrario de otros juntes, la gente sí va a bailar. Y es curioso que justamente una entidad que apoya a las personas con dificultades de movilidad haga del baile su actividad principal de recaudación de fondos.
Llegada la fecha en cuestión, muchas veces convoqué a mi amiga Verónica como acompañante y cómplice. Tantas orquestas de merengue y merengue típico nos agradaron, cuánta gracia al danzar veíamos desde nuestra mesa, pura y sana alegría para que la entidad pudiera ofrecer más terapias, prótesis y consultas médicas a los miles de humanos que han pasado y siguen pasando por sus instalaciones.
Y siempre, al centro de la Casa Club del Centro Español, doña Edilecta Martínez de Ho Bello, con la elegancia de siempre y del brazo de su adorado Alfonso Ho Bello. Presidir el Patronato era su compromiso social, que ejercía con la misma gracia con que bailaba en pareja.
El tiempo avanza con su propia velocidad y el sábado pasado volví a la convocatoria anual solidaria con la complicidad de Denny. Nos prometían Krisspy y El legado (los hijos de Johnny Ventura) la cosquillita que el merengue da a los dominicanos. A la entrada, extrañé a doña Edilecta, su sonrisa diáfana pintada de rojo. Ayer, que su cuerpo nos dejó, abracé su labor de años que se queda en nuestros corazones eternamente. Y recordé entonces, sus palabras durante una entrevista, las que quizás inspiraron la actividad anual a la que nunca pienso faltar: bailar acerca a las personas y alegra el corazón.