Toda persona con cédula 031 (y los eternos aspirantes, como yo) espera la actividad comercial más importante de la ciudad. Para nuestra cita anual de septiembre nos reunimos (el recinto ha variado con los años y no importa) a conocer las novedades empresariales, aprovechar ofertas de productos, presentar los nuestros (si se es emprendedor) o simplemente recoger decenas de volantes informativos, disfrutar las propuestas culturales y artísticas…
Como visitante, nunca olvido la sonrisa de Pedro Cruz cuando atravesaba la tradicional exposición ganadera en la Barranquita. Ni mi entusiasmo por salir temprano del colegio para escaparme al Ayuntamiento de Santiago. He olvidado ya la decepción anual de no tocar ni uno solo de los premios sorteados al final de cada jornada.
Luego, en la ruta periodística, la actividad cumbre de la centenaria Cámara de Comercio y Producción de Santiago se volvió centro de la agenda en septiembre: artículos y entrevistas para la revista especial en el Listín Diario, el afán con la cobertura de la inauguración, el susto ante la posible asistencia presidencial, la alta cuota de fotografías importantes…
En ese siglo, aprendimos a feriar a la sombra del Monumento y en la década anterior asumimos el Parque Central.
Confieso que también hice la fila en el módulo de la aerolínea azul para viajar al Norte con descuento. Muchos ya saludamos con cariño a la joven que ofrece con esmero las cervezas de tradicional botella verde cada año.
Nunca falté, hasta la pandemia del 2020. Esa versión virtual me agarró en un centro hospitalario. En 2021, la muerte de una tía querida me impidió el reencuentro con los habituales de esta cita anual. A esta versión 35 de Expo Cibao yo iré en el fin de semana, si Dios y Santiago así lo quieren.