Así, en eso se ha convertido al paso del tiempo y en cada mes de febrero y en carnaval como el de este año, Don Tomás Morel, el más representativo folklorista carnavalero santiaguero cuya casa, su hogar hasta su último suspiro, fue el museo donde la historia del carnaval de Santiago y sus personajes más emblemáticos y tradicionales eran un referente para el conocimiento de esa parte de la cultura Dominicana desde el Cibao, desde la región norte y donde él, Don Tomás, recibía con entusiasmo a todos los visitantes que se envolvían en la magia de las caretas, los disfraces, cascabeles y todos los elementos pictóricos y pintorescos del carnaval y que paulatinamente, después de su muerte fue perdiendo interés por no contar con un programa constante de restauración, cuidado y guías que ofrecieran a los visitantes las orientaciones y explicaciones pertinentes de este lugar, que quienes en su mejor época tuvieron el privilegio de visitarlo, como yo, quedamos impregnados de su encanto y de su valor como espacio cultural y de identidad de Santiago.
Manos desconsideradas y sin ningún aprecio ni respeto al patrimonio cultural se encargaron de ir haciendo desaparecer todo el valioso contenido que Don Tomás fue acumulando y exhibiendo en cada rincón de esta casa/museo que fue declarada por el ayuntamiento, en su momento, patrimonio de Santiago y que se supone estaría bajo la protección de esa entidad pública municipal y con un presupuesto para su mantenimiento como reserva cultural pero los cambios de autoridades y la apatía de entidades de la ciudad como el Plan Estratégico de Santiago, las instituciones empresariales, el clúster turístico, Patrimonio Monumental y muchos más han contribuido a que este espacio en vez de ser un punto turístico, educativo y recreativo sea más bien una estructura fantasmal donde sólo un lejano recuerdo se asoma a la memoria de los que alguna vez vieron en el museo folclórico Don Tomás Morel la esencia misma del carnaval, un carnaval que hoy día es más un lucrativo negocio para un grupo que una fiesta folclórica de los barrios de la ciudad corazón donde con tanto amor dejó Don Tomás su legado, un legado abandonado en pleno centro histórico de la ciudad de Santiago y ¡qué pena me da! … ¡HE DICHO!