El clima promete, otra vez en los últimos días, sus más bajas temperaturas en años hasta el martes 26. Habrá neblina, espacios para jengibres y bebidas calientes. Ya confirmé la instalación de las mesas temporales engrasadas con cerdo asado a todas horas. Viví en cuerpo y alma los tapones del centro histórico, las filas para pagar los brillos navideños, las listas de compras pendientes. Y las agendas con escaso margen para un angelito más. 

Queda poco o nada por planear, todos hemos definido en cuál punto de la geografía nos sentaremos a la mesa, daremos pasos al son de cualquier baile o sonreiremos con esperanza mientras detonan los fuegos artificiales que marquen el nacimiento de las nuevas páginas del tiempo.  

Huyamos, entonces, al invierno. Aquí o allá, bajo nieve o sobre el mar Caribe. Que el frente frío nos acaricie en estas tardes que mueren tan pronto y las mañanas que nacen con la tardanza de una greca con escaso fuego.  

Pero hoy, la urbe monumental de mis amores bulle, y revoloteamos los últimos días de este 2023 que abrimos sin mascarillas y menos pruebas hurgando nuestras narices, abrazando casi igual que antes: sin miedo.  

Hablemos el año que viene, a ser posible viernes. Porque los martes, como dice doña Yessi, habla mucha gente.