Amanece de nuevo en el valle antioqueño y, luego del tinto correspondiente (aquí hablamos de café), hay que descubrir el metro. Tomamos la línea La Estrella-Niquía, desde Itagüí hasta San Antonio. Como diría Gina López, “las cosas finas no gritan, susurran”: los medellinenses son de una fineza hermosa. Cambiamos de línea hasta la estación San Javier, para tomar el teleférico que nos eleva a 18 kilómetros por hora durante 12 largos minutos en el que la inmensidad de ladrillos se te hace inabarcable con la vista. El descenso es pleno, sabiendo que nuestro paseo aventurero es el recorrido diario de miles de personas.
El domingo estuvimos en todo, menos en misa. Porque tocaba la tarea de Comuna 13, huir de las improvisaciones en calzada para escalar a lo más alto y, desde primera fila, escuchar la trova tradicional colombiana o las improvisaciones urbanas que juegan con el origen de los turistas y la creatividad de los jóvenes que construyen una historia distinta, sobre las ruinas de un pasado sangriento y doloroso.
La mañana alcanza para probar helados tipo crema con sabor a queso y las arepas quesosas de la doña que no para de amasar y rellenar al pie del cerro. Cuesta creer que la cumbre llena de música, vendedores y turistas era tierra bajo control narco y que pocos asomaban las narices con la relativa libertad con que lo hacemos hoy.
Mientras la mayoría sigue de fiesta con Jesús, el dueño de la agencia de viajes y líder de la travesía, un par nos escapamos al Museo de Arte Moderno de Medellín. Allí se pierde una con exposiciones que te descubren artistas de la ciudad y del país, leyendas del pueblo, paisajes nuevos o, incluso, imágenes que te devuelven al Caribe de donde vienes y donde volverás casi 24 horas más tarde.
Ya habría tiempo en la noche para recorrer otra vez Provenza, el parque Lleras y las antologías de Perro Negro, que trasciende a Medellín, el reguetón y el perreo. El lunes nos atrapa con café y pan de bono, para desandar otra vez hacia Rionegro y su aeropuerto. Porque la vida es lo que pasa mientras vuelas de regreso a Santo Domingo con escala en Santiago. Y había luz en el Monumento, como siempre debe ser.